lunes, 8 de junio de 2020

CARGA VIVA de Vicente Costantini


El punto de partida es precisamente: la partida. La partida del hogar, de la familia, de la patria? Comienza el viaje del héroe y me pregunto qué guerra irá a librar. Hay abandono, pérdida y vértigo en la huida, hay presión, también incertidumbre, nadie viaja con las manos vacías, las personas cargan  sus historias, sus pasados, ¿sus destinos? a cuestas.
 El camino se vuelve trayectoria, movimiento, destino a descubrir, ¿qué persigue este viajero que parece encontrar en los mundos íntimos de los otros un lugar donde posar la mirada? La realidad se vuelve otra, se conforma de pliegues infinitos en el ojo del poeta, un cuerpo que viaja y observa y busca el punto justo para abrirse, para que los sentidos construyan cada pieza poética, justa, precisa, donde parece no sobrar nada.
Frente a las formas de la historia y la civilización, un monumento puede ser mausoleo, cárcel, museo;  frente al ojo del poeta el pasado cobra vida nueva, y así los poemas arman sus juegos de contrastes: el pasado y el presente, lo muerto y lo vivo, lo eterno y lo efímero… pero aquí estamos en el terreno de lo poético, y en la poesía gana lo efímero.
Ganan las formas que se escapan a la lógica, a los cálculos, a la arquitectura, a la civilización y al progreso, la mirada del turista no es la mirada del poeta, ante el mundo de referencias que abren los poemas, la mirada del poeta se vuelve blanda y piadosa en medio de una Europa en ruinas, la belleza no está en los monumentos, y entonces nos preguntamos junto con él ¿qué es una obra de arte? ¿ de qué manera la poesía ha logrado que un mundo en ruinas se haga palabra y cobre sentido vivo y presente?
La mirada del poeta no es ingenua, nos da cuenta de una Europa en ruinas y también de una Europa xenófoba, amenazante, que guarda en sus cimientos la memoria de la muerte y la tortura, pero esa contemplación poética se complejiza y descubre los pliegues de lo real: “la superioridad de lo imaginario por sobre lo real”, el Tíber como una fiera que ruge, la libertad agazapada en las alas de un cuervo, una niña que juega… Frente a la perfección de lo civilizado, irrumpe lo vivo, lo que desordena, lo que desborda, lo que está ahí y en un instante se fuga, los afectos que abrigan, en esta Europa donde los otros son una amenaza, los afectos se vuelven refugio y motivo.
La voz de la madre se levanta imponente como la torre Eiffel, en esta familia de destinos cruzados, el hijo poeta recrea la escena que se vuelve cálida y misteriosa, pero ¿qué es una familia? ¿acaso sea el hogar, la patria, el lugar a donde volver? ¿cuál familia? Es en los otros donde también se busca y se construye la patria, porque la mirada poética parece redimirlo todo.
El héroe regresa, ¿a su patria? ¿a su hogar? El héroe regresa victorioso, le ha robado a Europa, le ha robado al tiempo, le ha robado al lenguaje, un puñado de poemas grandiosos.
Trae consigo para regalarnos un libro que nos dice que podemos inventar una patria viva y presente, que mira y cuestiona y también construye belleza, una patria personal y colectiva. Porque la poesía también es tierra fértil, esa patria donde regresar y permanecer.


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