lunes, 8 de junio de 2020

FELICIDADES de Matías Esteban - PÁJARO DE LA MADRUGADA de Gonzalo L Chaves - LA CALLE ESTÁ MUY SILENCIO de Mercedes Resch



Celebrar como una forma vital de hacer desde lo que tenemos, lo que podemos, lo que queremos. Reunirnos a celebrar las palabras y esta apuesta por la poesía de la Editorial Gatos Negros. Y siento que estoy siendo más formal de lo que quiero ser, de lo que pide el momento, el lugar, y de lo que les gusta a mis amigues.
La calle está muy silencio dice Mercedes Resch, así, “está muy silencio” correr de lugar una palabra para que el silencio predomine en la oración y la calle que es camino, y la oración que es sendero, nos lleve por el interior, repeticiones y saltos en la libertad del lenguaje, en la calma del pueblo, ¿será la hora en que surca el cielo el pájaro de la madrugada? Voy saltando sobre los sustantivos como puntos en un mapa: Pringles, Olivera, Crumalán, Bahía, Goyena, Malvino… pura conversación de pueblo en un poema, voces que se cruzan para mostrar un paisaje a lo Rulfo pero bien de acá, de donde yo conozco, ahí donde la polifonía de frases hechas y de chismes arma un coro en el desierto y el silencio de la calle poesía…
Hay ventanas en cada cosa que escribimos, con Mercedes salgo al patio de las cosas sencillas hechas con cariño, la naturaleza fue dejada a su suerte, que es mucha, acá nada sobra, no hay adornos ni modernidad en las imágenes, resalta el contraste del azul en este ambiente rural, en esta luz de la tarde, en las paredes gruesas de la casa, en esta rusticidad delicada, las cosas de otro tiempo fueron quedando acá, alguien las dejó ahí un día y fueron quedando, nadie más se animó a tocarlas, esa sensación tengo en todos los pueblos…
Una rima me hamaca al lado de cada ventana que describe el poema, puedo escuchar una canción infantil que aprendí allá en mi pueblo, de memoria, cuando era chica, y nunca la vas a olvidar,  aprender como se aprende también una forma de mirar, o treinta formas de mirar…
Todo es sonoro, oral, las palabras tienen tierrita, traen las voces de allá adentro, de tierra adentro, de ventana que se abre a la poesía, de inquietud en pueblo calmo, de temblor en la planicie…
Inquietud en pueblo calmo, un pueblo de 97 habitantes!!!! Ahí habita una mujer que ve, escucha y escribe poesía. Orgullo de inquietud.
Felicidades de Matías Esteban es una ventana a lo que no queremos mirar, podría definirlo así, como una pesadilla, textos llenos de adjetivos desagradables, una idea apocalíptica de la existencia, los murmullos que acechan, la soledad, la muerte… y sin embargo, pienso, nada es más político que el miedo, hablar de nuestros miedos, escribirlos y mostrarlos, hay abandono y soledad, hay miedo a la soledad, no se teme a la muerte, se teme a la nada, a no ser nada para nadie, y creo, que es en ese miedo  donde se cuela la escritura, en el miedo y la soledad también se teje algo, como una tela de araña, un derrumbe que avanza para dar lugar a una posible otra cosa, se escribe, se escribe, se escribe…  se dice, se nombra, se grita desesperadamente…
Contra el hambre, contra el exterminio, contra el abandono y el olvido, contra lo que no nos deja ser, gritamos desesperadamente porque, repito, todo miedo es político.
Pájaro de la madrugada de Gonzalo Chaves es un tratado de poesía plebeya, la plebe, el proletariado, la multitud, los trabajadores, la gente del barrio, en esa mixtura de imágenes plebeyas sobrevuela el pájaro de la madrugada los márgenes de una ciudad que aparece en sus lugares y sus habitantes más comunes y más especiales, las palabras de los otros, las historias de los otros, la mirada de los otros, y las voces del barrio, de la calle que no está muy silencio en esta ciudad que se deforma en sus márgenes para escapar de un límite de cartón…
Entonces… digo

Quiero celebrar la poesía como una deformación, como aquello que viene a deformar los límites del lenguaje, deformar el orden de la gramática, deformar los géneros y los registros, deformar la mirada, volverse estrábico y ver el centro pero también el margen, deformar y desviarse, deformación y desborde, deformación y rabia. La poesía como esa deformación posible y necesaria. Escribir para deformarse y desobedecer, huir de lo impuesto, poesía y desobediencia.  Deformación y mutación. Correr hasta el margen y correr el margen si es posible. Deformarnos por la acción de esta fuerza que se apodera de nuestros cuerpos tan latinoamericanos, rabiosos y hartos. Deformarnos por esta fuerza vital que nos mueve y encuentra. Desafiar el límite de todo lo que nos dijeron que era o no poesía. Celebrar esta deformación nuestra. Reivindicar nuestro derecho a escribir y deformarnos!



CARGA VIVA de Vicente Costantini


El punto de partida es precisamente: la partida. La partida del hogar, de la familia, de la patria? Comienza el viaje del héroe y me pregunto qué guerra irá a librar. Hay abandono, pérdida y vértigo en la huida, hay presión, también incertidumbre, nadie viaja con las manos vacías, las personas cargan  sus historias, sus pasados, ¿sus destinos? a cuestas.
 El camino se vuelve trayectoria, movimiento, destino a descubrir, ¿qué persigue este viajero que parece encontrar en los mundos íntimos de los otros un lugar donde posar la mirada? La realidad se vuelve otra, se conforma de pliegues infinitos en el ojo del poeta, un cuerpo que viaja y observa y busca el punto justo para abrirse, para que los sentidos construyan cada pieza poética, justa, precisa, donde parece no sobrar nada.
Frente a las formas de la historia y la civilización, un monumento puede ser mausoleo, cárcel, museo;  frente al ojo del poeta el pasado cobra vida nueva, y así los poemas arman sus juegos de contrastes: el pasado y el presente, lo muerto y lo vivo, lo eterno y lo efímero… pero aquí estamos en el terreno de lo poético, y en la poesía gana lo efímero.
Ganan las formas que se escapan a la lógica, a los cálculos, a la arquitectura, a la civilización y al progreso, la mirada del turista no es la mirada del poeta, ante el mundo de referencias que abren los poemas, la mirada del poeta se vuelve blanda y piadosa en medio de una Europa en ruinas, la belleza no está en los monumentos, y entonces nos preguntamos junto con él ¿qué es una obra de arte? ¿ de qué manera la poesía ha logrado que un mundo en ruinas se haga palabra y cobre sentido vivo y presente?
La mirada del poeta no es ingenua, nos da cuenta de una Europa en ruinas y también de una Europa xenófoba, amenazante, que guarda en sus cimientos la memoria de la muerte y la tortura, pero esa contemplación poética se complejiza y descubre los pliegues de lo real: “la superioridad de lo imaginario por sobre lo real”, el Tíber como una fiera que ruge, la libertad agazapada en las alas de un cuervo, una niña que juega… Frente a la perfección de lo civilizado, irrumpe lo vivo, lo que desordena, lo que desborda, lo que está ahí y en un instante se fuga, los afectos que abrigan, en esta Europa donde los otros son una amenaza, los afectos se vuelven refugio y motivo.
La voz de la madre se levanta imponente como la torre Eiffel, en esta familia de destinos cruzados, el hijo poeta recrea la escena que se vuelve cálida y misteriosa, pero ¿qué es una familia? ¿acaso sea el hogar, la patria, el lugar a donde volver? ¿cuál familia? Es en los otros donde también se busca y se construye la patria, porque la mirada poética parece redimirlo todo.
El héroe regresa, ¿a su patria? ¿a su hogar? El héroe regresa victorioso, le ha robado a Europa, le ha robado al tiempo, le ha robado al lenguaje, un puñado de poemas grandiosos.
Trae consigo para regalarnos un libro que nos dice que podemos inventar una patria viva y presente, que mira y cuestiona y también construye belleza, una patria personal y colectiva. Porque la poesía también es tierra fértil, esa patria donde regresar y permanecer.


SILVIO EN EL ROSEDAL de Julio Ramón Ribeyro


Silvio en El Rosedal y algo sobre La Lectura
Silvio en El Rosedal, novela breve escrita en el año 1976 por el escritor peruano Julio Ramón Ribeyro constituye, ante todo, una pregunta ante aquello que se nos es dado: ¿qué hacer con las herencias?¿ Aceptarlas pasivamente o embarcarnos en la tarea de cuestionarnos nuestra propia existencia frente a ellas?
Silvio recibe una herencia por parte de su padre, que le cae “como un elefante desde un quinto piso”, herencia edificada bajo el peso del sacrificio, los mandatos y una antigua revancha familiar. Silvio, quien albergaba desde niños deseos de convertirse en un famoso violinista, había renunciado a ellos para administrar el negocio de su padre y ahora, para hacerse cargo de una pequeña hacienda: El Rosedal.
Cierta mañana Silvio descubre que el Rosedal contiene “una sucesión de figuras” que parecen portar un mensaje. Este misterio que parece enfrentar a Silvio con su propia incompletud también lo va movilizando en la búsqueda de un sentido, y en esa búsqueda, todo lo que lo rodea empieza a leerse en una clave nueva. Silvio en El Rosedal, es por eso mismo también, una novela sobre la lectura, sobre los símbolos que nos rodean, y sobre nuestra actitud frente a ellos: ¿la contemplación o la lectura? Lectura entendida como actividad de construcción activa, en palabras de Nicolás Rosa: “No recoger el texto sino producir en él una fuga de sentido, una deriva de significantes”*. Silvio se convierte así en un lector inquieto, un lector salvaje que se indaga a sí mismo en aquello que lee. Los mensajes, al igual que El Rosedal pueden heredarse, pero no la manera de leerlos, la pregunta por el sentido, es siempre una tarea de cada uno.
Mientras que el interior de Silvio es rico en movimientos, la sociedad terrateniente que lo rodea es quieta y poco atractiva. En medio de esa sociedad impulsada por la codicia, las apariencias y las tradiciones, Silvio es una isla buscando el sentido de su propia existencia; es una isla y es El Rosedal, y dentro hay algo que está escondido y empuja por salir, una mínima chispa que lo va enfrentando hacia lo nuevo, hacia el azar, a salir de la inercia y de la rutina de “leer todos los días la misma página mal escrita”. Silvio hacer chocar preguntas, imágenes, dudas, posibilidades, buscando iluminar su espacio personal, pero también poniendo en cuestión todo el espacio social. La densidad simbólica que para Silvio esconde El Rosedal, quizás sea la misma que para nosotros, como lectores, esconde en esta obra, la simple y trasparente prosa poética de Julio Ramón Ribeyro.

“… La rebelión consiste en mirar
una rosa hasta pulverizarse los ojos.”
Alejandra Pizarnik.