martes, 30 de enero de 2018


EL VIENTO QUE ARRASA  de Selva Almada 
La novela empieza trasmitiendo una sensación de podredumbre, como si ya anticipara el final de algo.
En "El viento que arrasa" los personajes de Tapioca y Brauer como lo salvaje y el reverendo como lo civilizado, hay en todos los personajes un silencio que los mutila, cuando el reverendo aparece parece ser una oportunidad para Tapioca, el reverendo y el pastor Sacks evangelizando en todo ese monte salvaje. Hay un pararlelismo entre los dos jovencitos de esta historia, Tapioca no sabe lo que es un río ni tampoco un puente, en contrapunto el Gringo parece estar contento en su lugar, el reverendo dice que "naturaleza y trabajo harían del muchacho una persona de bien". Hay tantas palabras y a la vez tan pocas, palabras que se lleva el viento, el viento arrasa las palabras? También hay miedo. Parece que el reverendo quiere hacer una obra para entregarle a Dios, no importa el destino de las personas, el amor de Jesús es un fuego, un incendio que se propaga por el mundo ¡qué parecido al infierno suele ser a veces el amor de dios! El reverendo tiene dotes de orador, talento para la palabra, él prefiere los lugares olvidados y pobres, está convencido de lo que hace ¿el reverendo se ve a sí mismo en Tapioca? ¿Por qué mientras lo está convirtiendo se acuerda tanto de su bautismo? Brauer sabe que se está muriendo ¿por eso deja que todo pase? son muy interesantes las partes de la novela donde se escribe lo que el chico piensa, hay confusión, miedo y también confianza. Se nombran otros tipos de ritos también, más paganos, la Difunta Correa. Tapioca quiere volver a ver a su madre, el reverendo y su hija viajan mucho, ellos son una promesa para él. Hay un capítulo donde se describe una tormenta desde la percepción de un perro que es muy genial.

viernes, 19 de enero de 2018




Un libro al que algunos llaman "novela epistolar", yo diría que es una historia contada casi exclusivamente a través de cartas, pero también hay partes narrativas muy ágiles y diálogos precisos. La historia de una familia burguesa en Italia entre los años 70 y 71, un hijo bohemio llamado Miguel de alrededor de 20 años que se busca a sí mismo, todo parece girar alrededor de la ausencia de Miguel, el hijo, el hermano, el padre? que no está. Miguel se aleja de una madre depresiva, confieso que al principio el personaje de Adriana me parecía interesante pero se va volviendo triste y chato, se aleja también de un padre arrogante y de varias hermanas que parecen insulsas o aburridas, excepto Angélica con quien hay una comunicación más sincera. 
La madre y sus cartas que se vuelven cada vez más aburridas y tristes. Osvaldo, el amigo, un personaje melancólico y sensible, generoso, que parece dar vueltas en la novela sin saber bien qué quiere ni a donde va, es quien más dialoga con Angélica, a través de estos dos personajes es cuando más sabemos de Miguel y por eso da la impresión que un poco los demás personajes se mueven alrededor de ellos.
Natalia y su crítica a los matrimonios, ninguno parece funcionar.
El personaje de Mara quizás sea el más cuestinado en la novela, a mí me pareció el más interesante, quizás el más fresco y vital, es como una especie de Miguel a la inversa, ella también es bohemia, liberal, trotamundos, también está un poco perdida, pero a diferencia de Miguel es pobre y es mujer, por eso parece ser el blanco de la novela, además madre soltera. 
Nunca sabemos demasiado de Miguel, qué tan verdaderas son las cosas que cuenta en sus cartas, qué tan convencido está de sus luchas e ideales políticos, pero es el único de la familia que ha podido partir a tratar de hacerse la vida solo, un poco huyendo y un poco persiguiendo algo que nunca terminamos de saber bien qué es. 
En la novela, en las cartas, las conversaciones giran en torno al dinero, a las propiedades, en casi todas las cartas se menciona la plata, el tenera o no tenerla, el pedirla, el gastarla, así aparecen entre los personajes los contrastes de clases sociales, Mara que no tiene donde vivir y un viejo que gasta diez millones en una torre que nadie va a usar. 
El libro lo encontré en un puesto de usado en Parque Saavedra a un precio de chiste, es una edición de Librerías Fausto de 1974, sanita de hojas ya amarronadas, una verdadera joya para mí. Su lectura me deja la sensación de que las familias son todas un quilombo (algunas más), que a los padres no hay que llevarles el apunte y que se hagan cargo de la vida que se eligieron, que el matrimonio siempre es difícil cuando no imposible, que la amistad es un refugio, que las relaciones sinceras que podemos establecer a veces son muy pocas pero son las que valen, que los hermanos puedan ser nuestros amigos es una de las mejores cosas que nos puede dar la familia, que a veces la mayoría de los adultos no sabe bien qué hacer con sus hijos, a veces son un estorbo, otras una distracción y no mucho más. 
En estos meses también estoy leyendo a Puig y encuentro particularmente con esta novela algunos puntos de contacto, la conversación, todo lo que se dice y no se dice en las conversaciones, pareciera que muchas veces las cartas se escriben para sí mismos, la incomunicación y el gran tema de la soledad humana.



sábado, 13 de enero de 2018

SI TUVIERA QUE ESCRIBIRTE Alejandra Correa y Cecilia Alfonso Estevez




De un libro buscado mucho tiempo y encontrado por casualidad es una librería del Bolsón, de una foto sacada en el deslumbrante paisaje verde esmeralda del Lago Puelo, de un texto inspirado en el mismo libro y escrito a orillas del arroyo San Bernardo en Sierra de la Ventana. Del primer mes del año atravesando cuatro provincias en pocos días:

Si tuviera que escribirte podría enviarte con mi carta el vuelo liviano, invisible y preciso de un gorrión sobre el arroyo, el llanto desesperado del perro que no alcanza a sus dueños, la blancura de la garza blanca que pasó volando frente a nosotros y ahora descansa tranquila a la orilla de la sombra como si fuera un pájaro más indiferente a su propia hermosura. 
Podría contarte que sentada sobre una piedra con los pies sumergidos no tuve ganas de hacer otra cosa que remojar una ramita en el agua y salpicar a las rocas o acariciarlas como si las quisiera pintar o refrescar, como un juego de niños sin sentido.
Podría regalarte el calor del verano, eso que nos empuja a estar afuera y pasar el día al aire libre y cerca del agua y de la sombra de los árboles, que es también decir cerca de los pájaros. 
... una piedrita blanca, un panadero que llegó volando también blanco, el brillo del sol en el agua que hace titilar cada pequeño movimiento de las olas, una hoja marrón flotando a la derivada olvidada por el otoño, la rapidez de los peces para escaparse cada vez que muevo apenas el pie, la liviandad de una hormiga caminando por mi brazo, el espectáculo de las cotorras bebiendo del arroyo, las sombras en aumento...
Corro mis pies del agua, algunas hojas y ramitas quedaron atrapadas en mis dedos, estoy interrumpiendo algo. La garza blanca encogió ahora su largo cuello y parece dormida, simula ser sólo una avecita más custodiando los juncos. Te escribo para modelar la soledad y el silencio, así como se encoge la garza entre sus alas dispuesta a escucharlo todo.